Testimonio a 7 días de los disturbios. Con Cuba en el corazón

Por Leticia Caridad Fonseca Gómez


Aquí no fueron tan nutridos los disturbios, y los actos vandálicos se vieron limitados al lanzamiento de piedras contra los revolucionarios que les salieron al paso y a los policías y otros miembros de las fuerzas del MININT, también contra una patrulla y contra un camión y la rotura de vidrieras en dos tiendas.

 

El grupo avanzó por varias calles de Bayamo, se dividieron y uno se dirigió hacia el centro de la ciudad y el otro hacia la Rotonda en los límites de los repartos El Valle y la Unión. Gritaban consignas contrarrevolucionarias y en determinados momentos lanzaban piedras y botellas a los que intentaban detenerlos.

 

Hace 2 días escuchamos en el Programa del youtuber revolucionario “El Guerrero Cubano” un fragmento de una alocución del Youtuber contrarrevolucionario, emigrado cubano y trumpista, radicado en Miami, Alexander Otaola; conminaba a los supuestos “sublevados” a no permitir que apresaran a ninguno, a perseguir a los policías hasta sus casas e incendiarlas con ellos dentro, a atacar carros patrulleros; comentaba con pasmosa actitud difamatoria, que ya en Bayamo habían roto todas las vidrieras en los centros comerciales y que los supuestos “sublevados” se mantenían en las calles, tras varios días de revueltas.

 

Se evidencia que la finalidad es sembrar el terror, amedrentar a la población para que no se les interponga en su afán de hacer daño, destruir nuestra tranquilidad ciudadana, mostrar irrespeto por la ley, vandalizar la propiedad pública y privada y con estos actos violentos de elementos desclasados, delincuenciales y pre delincuenciales, simular un estallido social, pero se les queda en eso, en violencia, vacía de un contenido ideológico, que ni siquiera sus consignas - las mismas que vemos hace meses en las redes - como de un guion elaborado en Miami, dictadas por sus influencers y netcenters, llegan a llenar. Se prestan a la construcción de un pretexto para una intervención solo de nombre “humanitaria” pues conocemos que va precedida de bombardeos contra objetivos militares, gubernamentales y civiles, para destruir las infraestructuras que constituyen la base material de la defensa, del funcionamiento de la economía y de la vida de la población, para debilitar y sembrar el terror y paralizar la respuesta defensiva.

 

La ciudad es funcional, hasta donde lo permiten las restricciones aplicadas para esta etapa de acrecentamiento de la pandemia; la población realiza sus actividades cotidianas, van al trabajo, de compras, otros se mantienen en sus hogares, o a las puertas, conversando con algún vecino.

 

Se respira una tranquilidad expectante, los desestabilizadores han anunciado que van a calentar las calles, a descargar su ira, nacida de un odio importado – dicen que hacia el Gobierno y los comunistas- pero los hechos recientes demuestran que el pueblo y ni sus propios coterráneos se encuentran fuera del camino de sus acciones violentas.

 

No me parece que ellos se sientan instrumentos, objeto de manipulación, en un rejuego político del que ni reconocen a los autores intelectuales, ni mucho menos a los verdaderos beneficiarios. El pueblo sí, las mayorías son portadoras de una sabiduría surgida de la experiencia social que les confiere un”olfato” infalible ante las estratagemas el enemigo, nos preparamos pa'lo que venga, dispuestos a defender nuestras conquistas al precio que sea necesario y a “vendernos caro si es preciso”


Lo viví directamente en Bayamo, los jóvenes que intentaron avanzar hacia el parque Céspedes, Plaza de la Revolución, que mereció ese nombre por los hechos de la toma y ocupación de la ciudad y su posterior quema por sus hijos, para evitar que cayera en manos españolas, donde se atesoran valores patrimoniales como edificios de la época de la colonia, mantenidos con mucho trabajo y sacrificio y de una gran belleza estética, museos como La Casa Natal de Padre de la Patria, y aledañas a la Plaza del Himno, la Iglesia Mayor y la Casa de la Nacionalidad, eran muy jóvenes, tal vez no más de 20 años, pero su apariencia, expresiones verbales y lenguaje extraverbal denotaban cierta marginalidad, las consignas se nos antojaban vacías, descontextualizadas, como libretos aprendidos de memoria, sin interiorización aparente: ¡Libertad! ¡asesinos! ¡Muertos de hambre! ¡Ovejitas! ¡¿?! pero sí con mucha ira. Estas frases se asemejan tanto a las esgrimidas en las redes, con el mismo sello del odio, del fingido menosprecio al pueblo, de la aspiración de ofender, de herir ¿de avergonzar?, siempre matizados de vulgaridad haciendo una ostentación aberrante de ignorancia, que parecen salidas de un mismo guion dictado desde Miami y desde los laboratorios sociales del Imperio.

 

No fue un estallido social, no fue un pueblo indignado el que se lanzó a las calles, sí, de seguro algunos revolucionarios, fatigados de tantos meses de pandemia, con su carga de restricciones, aislamiento, paralización de actividades sociales distractivas públicas y del acrecentamiento de las carencias y dificultades que la agudización del bloqueo han agudizado, como ha reconocido nuestro Presidente, pudieron, sin la indispensable cuota de conocimiento, como base del entendimiento y la comprensión de la situación, sus causas, soluciones y el papel a jugar por cada ciudadano, confundidos, dejarse arrastrar y se vieran involucrados en manifestaciones, pero nunca personas decentes se verían envueltas en actos de vandalismo, ni corearían consignas de odio, muerte y destrucción, hacia el pueblo y su obra.

 

Desde lo que vi, esas serían excepciones, predominaron elementos delincuenciales o pre delincuenciales que no pretendían diálogo, sino destrucción, que no mostraron valor, sino bravuconería, guapetonería, que pretendieron "impresionar" al pueblo, amedrentarlo, que fueron armados de machetes, de palos, de piedras de botellas, algunas de ellas incendiarias; pero se toparon con un pueblo que a nada teme y menos a delincuentes y mercenarios, y dispuesto a defender la independencia, la soberanía, el proyecto social que escogimos y que tantos adelantos nos ha traído, y la obra de la Revolución, al precio que sea necesario, hasta ofrendando la vida. ¡Patria y vida! coreaban ellos, PATRIA O MUERTE! respondíamos, conscientes que defendiendo la Patria y enfrentando la muerte, estamos defendiendo incluso a esa parte del pueblo que hoy, tal vez hasta sin comprenderlo, le sirve de instrumento a los enemigos de la nación cubana y los ayudan a construir el pretexto para una intervención humanitaria que convertiría a Cuba en tierra arrasada como ya lo ha hecho en otros países como Yugoslavia, Somalia, Granada, Haití, Libia, Irak, etc., etc.

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