Testimonio desde Bayamo. Con Cuba en el corazón

Vivencias de un 11 de julio. La mano que está detrás.

 

Por Leticia Caridad Fonseca Gómez

 

Los muchachos que vi en la manifestación eran muy jóvenes, se veían decididos, sus rostros denotaban rabia, ira desatada; mientras se acercaban los observaba, escuchaba y meditaba. Sus consignas me parecían descontextualizadas, como respondiendo a un dictado de personajes de intenciones más aviesas que aquellos jóvenes, tal vez manipulados, confundidos, empujados a esas conductas por otros que se quedaron en las sombras, que no dieron la cara, que nada arriesgaron; entre la multitud creí identificarlos en algunos de los que merodeaban cerca del límite de las dos masas humanas enfrentadas, se acercaban cuando los muchachos se aproximaban a nosotros demasiado, un poco que los contenían, les decían algo bajito.

 

Yo me decía, esos son los jefes, no se me ocurrió pensarlos como líderes, en mi imaginario, los líderes van delante, hablan alto y claro, conminan, arrastran a la multitud con su ejemplo, marchando a la vanguardia, exponiéndose más que nadie. Carne de cañón como siempre, me dije, les dije. Los capitanes araña merodeaban, observaban se replegaban: ¡Abajo el comunismo!, gritaban los jóvenes. ¿Sabrán estos muchachos lo que es el comunismo?

 

De seguro serían incapaces de vislumbrar que, si en tan poco tiempo de Revolución en que nos hemos empeñado en sentar las bases del socialismo hubiéramos logrado, a pesar de las condiciones adversas que nos imponen esos enemigos, a quienes ellos sin saber le sirven de instrumento, avanzar un poco más en la consecución del objetivo final, el comunismo, una sociedad en la que estos jóvenes no tuvieran las desventajas que denotaban su apariencia, su forma de vestir, hasta los argumentos que esgrimían cuando en algún momento de la confrontación nos acercábamos suficiente y dialogábamos de forma controversial - por supuesto- a gritos –por supuesto- se me antojaban como tomados al dictado, no interiorizados ni profundamente sentidos. ¡Asesinos! Gritaban ¡¿?!. No sentí rabia hacia ellos, si a los que los habían empujado a esto.

 

Uno de los “merodeadores” que se mantenían en la zona fronteriza entre los contendientes, se me acercó y me dijo casi al oído esto no es contra Uds. No hay que enfrentarse entre cubanos. Me viré hacia él y le grité. _ ¡Esto es entre cubanos que luchan, unos por tumbar la Revolución y otros por impedirlo! “, el merodeador” miró hacia ambos lados y se escurrió entre la gente; me pareció que se sintió descubierto y dijo “paticas pa´qué te quiero”.

 

Los muchachos siguieron gritando, ¡Libertad! ¡Libertad! - la que tenemos, les gritábamos, no lo que va a pesar si los imperialistas entran por culpa de ignorantes como Uds. Que no aprecian lo que tienen.

 

¡Patria y vida! ¡Patria y vida! Y nosotros ¡Patria o Muerte! ¡Es que no saben que la supervivencia de esta Patria, radica en esta REVOLUCIÓN DE PATRIA O MUERTE!, y que la vida también nos va en ello.

 

Comenzaron a cantar el Himno Nacional, nos unimos, durante unos minutos ambos bandos coreábamos lo mismo, el Himno de Bayamo, la ciudad que unos defendíamos y otros querían alterar, dañar.


A los policías les decíamos No se enfrenten Uds. No los toquen que son capaces de inventar que los han maltratado.

Hubo un momento que los vimos avanzar y nos conminamos unos a otros, ¡No vamos a retroceder, que retrocedan ellos!. Los dos muros humanos chocaron ahora físicamente, el nuestro pudo más y se replegaron. Coreamos con un puño en alto: -¡Yo soy Fidel! Con la otra mano nos golpeábamos el pecho, del lado del corazón, y avanzábamos. En la estampida, cuando estaban a una distancia prudencial nos apedrearon. Uno de mis hijos recibió dos pedradas. Recogimos algunas piedras, pero nos decíamos unos a otros._ Nosotros no vamos a tirar, no somos igual que ellos.

 

Otro detalle me pareció también muy elocuente, cuando me dirigía hacia el lugar de la confrontación y cuando me alejaba luego de que los hicimos retirar, vi en cuadras aledañas algunos grupitos, parejas, que me parecieron apostados por allí “haber hacia dónde se movían las aguas” y que a ratos se retiraban. Van a llevar información, pensé Estos últimos tenían una apariencia mucho más de “niños acomodados”; otros que pasaban en motos -como peinando- similar, y me han contado que cuando llegaban a calles despejadas gritaban consignas contrarrevolucionarias. Estos no se han dejado coger de carne de cañón, me dije. No son bobos.

 

Después que los alborotadores se retiraron nos quedamos unas horas apostados en las esquinas aledañas al parque Céspedes, donde se encuentra la Plaza de la Revolución, museos como la Casa Natal del Padre de la Patria, edificaciones de gran valor patrimonial, un hotel, el Gobierno Municipal, tiendas, la Plaza del Himno, la Iglesia Mayor, la Casa de la Nacionalidad ubicados en esa área. Coincidíamos en que teníamos que impedir que llegaran hasta allí y vandalizaran esos valores del patrimonio tangible e intangible que tanto atesoramos.

 

Posteriormente se produjeron algunos intentos de avanzar de nuevo, por la calle Parada. Avanzábamos a su encuentro, retrocedían. Retornamos a la casa con nuestros cuerpos adoloridos, pero el alma aliviada por haber hecho lo correcto, lo que hacía falta. Ahora, a dormir ligero nos dijimos, por si hay que levantarse a medianoche y volver a la batalla.

 

 

Los días que siguieron han sido de una tranquilidad vigilante, suponemos que de parte de ambos bandos. La ciudad funciona, las actividades que no han sido objeto de restricciones se ejecutan. Los trabajadores se alternan para cuidar sus centros de trabajo. Algunos miembros del MININT se encuentran en el área de las tiendas, conocida la inclinación de los protagonistas de los disturbios a vandalizarlas y a “apropiarse” de los productos que allí se comercializan.

 

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Figura/foto/meme toamdo del muro de un amigo (Legionario Cubano) 

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